“Inmasculinidades”
Sobre el trabajo
La verdad es que nunca me había preguntado seriamente quienes son los dichosos “Baby Boomers”. Sí sabía que eran de la posguerra (la segunda guerra mundial, a lo que se refieren) y que mi padre pertenecía a ella. Sabía que tenía que ver con que muchas, muchas parejas comenzaron a multiplicarse en masa, porque la cosa en el mundo de crecimiento capitalista iba muy bien, en esa época. Todo el mundo con empleo. Todo el mundo comprando carro nuevo. Todo el mundo comprando casa. Los bancos haciendo prestamos. Todo el mundo con seguro médico. Todo el mundo con enseres General Electric. Toda una generación en la gran nación norteamericana la cual creció con grandes subsidios gubernamentales, tanto residencial como educativa, dentro de una exponencialmente creciente afluencia económica. En otras palabras, una generación de privilegio.
Ahora, yo no soy un Baby Boomer. Yo soy su hijo. Aquí comienza la serpiente a morderse la cola. Ser Baby Boomer y ser hijo de uno, tiene implicaciones totalmente diferentes. Yo crecí en la abundancia de los objetos. A veces de calidad, a veces de pacotilla, pero rodeado de objetos. Tal vez no tenía los “air jordans” que mis amiguitos de la escuela lucían, pero sin falta en mi closet habían un montón de pares de zapatos de Tom Mcakan. Mi padre creció con un par de zapatos. Cuando esos zapatos tenían rotos, mi abuela se quejaba por un mes entero. Luego se le ponían un parcho. Entonces se hacía un serrucho para comprar unos nuevos. Mi padre creció en la era de la escasez puertorriqueña. Yo crecí en justo lo opuesto. Mi madre le encontraba un rotito a mis camisas y ya era hora de ir de compras por un “setcito” para el nene. Todavía al día de hoy peleamos por definir lo que es ropa desgastada. Peleo ferozmente para que no me bote la ropa usada.Cuando se crece con necesidad, como es naturaleza humana, hay necesidad de superarse. La carencia equivale al deseo, igual que el hambre da ganas de comer. Cuando se crece con abundancia, como es naturaleza humana, no hay necesidad ni deseo de mucho. Lo que sí hay es un peldaño sobre el cual se nace sin saberlo, porque otro lo construyó por uno, antes de tener conciencia de que faltaba. La panza llena da sueño, como decía Don Franciso de Goya y Lucientes, el sueño de la razón produce monstruos.
Generaciones de individuos de la época de los Baby Boomers tuvieron grandes logros, se hicieron de todo un capital, gracias a la prosperidad económica que uchas décadas luego reventara como burbuja; como bien se le llamó durante la crisis económica del 2008. Esta burbuja en la que crecimos todas las crías posteriores a la de los Baby bBomers, nos dio espacio para desarrollar otros aspectos de la experiencia de ser humano. Por ejemplo, desarrollar la fantasía de ser una super estrella…de algo. Del rock, del hip hop, de la pintura, de la moda, de lo que sea, que no fuera sembrar la tierra, levantarse todos los días al amanecer de Dios, y por 30 años encontrarle el placer y la satisfacción a traer las habichuelas a la casa. Porque éstos crecieron sin habichuelas. Nosotros crecimos con el plato lleno de comida. Hoy día mi generación se levanta para ir a trabajar porque no nos queda otro remedio. Porque sino, no tenemos con que pagar las cuentas, la compra o la pensión. No nos levantamos necesariamente por el deseo de construírnos un futuro próspero, sino por evitarnos el fracaso que ya nos viene tocando a la puerta hace más de una década. Hemos heredado un mundo sucio y contaminado, un legado de políticos corruptos, un desdén por la meta de“convertirnos en hombres de bien”. Hoy día, el rol del hombre no se parece en casi nada en el rol que fue por prácticamente todo e siglo XX, si acaso no me tiro la generalizada de los últimos 2000 años de historia mundial. Somos una generación de hombres sin hambre de acumular capital, de adquirir propiedades o de rebasar los logros de nuestros padres. Porque crecimos con la panza llena.
Entonces, no es de sorprenderse que el hambre de varias generaciones de mujeres formadas filosófica e intelectualmente por el feminismo, venga avnzando
vertiginosamente y que esté empujado incuestionablemente un nuevo orden. Se está galvanizando un nuevo paradigma contemporáneo de poder de género. Lo veo acercándose todos los días.
No lo digo solamente porque nuestros modelos paternalistas hegemónicos ya estén desacreditados; ni por el hecho de que me muero de curiosidad de como le va a ir a ellas cargando el mundo en sus hombros, (palabra que de raíz se acerca sospechosamente a la palabra hombre/hombro); ni tan siquiera por que tal vez se me haga apetecible encargarme de la labor doméstica en vez de salir a la calle a “bring home the bacon”. – La domesticidad es una categoría y función en la sociedad para la cual su queja existencial que nada tiene que ver con el género, sino con la naturaleza de lo doméstico propiamente, lo cual de conveniente no tiene nada. Es una labor que culmina en la invisibilidad si se hace bien hecha, y es muy fácil de subestimar lo que no se ve – Sino porque genuinamente pienso que harán un muchísimo mejor trabajo que el de los hombres. Mi expectativa como ser humano, luego de tan bárbaro ejemplo, de nuevo, en los últimos 2000 años, de violencia, corrupción y codicia, es que sería de una de convivencia muy superior. Me pregunto si una próxima presidenta de los EEUU iría a “guerra democrática” con países petroleros, o si buscaría una manera más inteligente de sostener el imperialismo que los caracteriza, a través de una negociación comercio justo (“fair trade”), que aunque de corte puramente capitalista, también pueda considerar aspectos sociales, o propiamente socialistas, los que sí funcionan, para hacer de este mundo uno mejor.
Mientras que casos de líderes como los de Hillary Clinton, Sonia Sotomayor, Cristina Fernández de Kirckner, o nuestra propia Sila Calderón, parecen como ejemplos aislados, no son menos que el comienzo de toda una camada de visionarias por florecer sobre la faz de la Tierra.
Es el turno de la mujer como líder de la política. Estoy esperando.
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